05 mayo 2011

Al fin del camino

Ya pasó pero quedan los restos y entre esos restos están las consecuencias: silencio, amargura, confusión, desesperación callada, pesadillas inmóviles, entre otras.

Mis días comienzan a las 3 am y siguiendo la rutina me levanto y me situó frente a la ventana que da al jardín, de fondo la espesa niebla que siempre hay aquí a esa hora. 6 am la hora de la ducha, de darse prisa para llegar a tiempo a ningún lado, embotarse en la oficina y si todo va bien a las 2:30 pm estaré sentado a la mesa del comedor. A las 4 pm estaré de nueva cuenta ahogandome en pendientes de escritorio y así hasta las 7 pm, hora en que salgo a caminar, a desarrollar esa tranquilidad de ser un anónimo en este lugar. A las 10 pm me despediré de la red social deseando que tengan una noche llena de aquello que los hace felices (esperando que esos deseos se me cumplan también), mientras tanto los recuerdos y las ganas de tomar un camión sin escalas que me lleve a ti se mezclan, formando el cóctel perfecto para dormir solo un par de horas, para escuchar tu voz, tu risa, para volver a ser los de antes, para cumplir los proyectos que quedaron sobre la mesa, sé que a las 3 am se repetirá la rutina de despertarse.

Se acerca el fin de semana y será otra cita segura con el hastío, al grado de a veces llegar a las lágrimas que no cesan de caer en silencio. No estarás otra vez, así te espere mil años lleno de deseo, sé que no vendrás.

Camino diariamente bajo la lluvia y si, ya pasó, se fué desenfocado, desencantado, lentamente, molesto, recordando, pensando, desválido, encabronado, impasible, incongruente, obscuro, rotundo, extrañando algo que ya no esta.

Me siento en la mesa del comedor y te veo, nos sonreimos durante unos instantes y cada quien sigue en lo suyo y es donde me doy cuenta que ya nos perdimos, que nos queda toda una vida sin nosotros...

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