05 mayo 2012

Del arte de vivir



"De un tiempo para acá la vida pareciera que se me escurre de las manos como si fuera arena", piensa mientras se retira terminando su taza de café, sale con seguridad de la estancia y posteriormente de la casa, sin mirar atrás sube a su auto, enciende el estereo y suena esa canción que siempre había tenido en mente para el día de la partida, específicamente ese día, con los primeros acordes arranca sin un rumbo definido.

Nada más que eso, sin lágrimas, sin despedidas, sin avisarle a nadie para no acumular esas nostalgias que luego vienen y se instalan al lado para recordar lo que se dejo atrás.

De haber sabido que era así de fácil lo hubiera hecho años atrás, antes de enredarse en el arte de vivir, antes de que voces y personas ajenas le reclamaran su presencia.

Vivir era un arte y el era experto, si señor, con los colores básicos en su paleta le había arrancado tonalidades difíciles de conseguir, y día a día le arrancaba mas gamas de color, hasta que un día se canso de vivir siempre lo mismo, se dio cuenta que se perdió el día que se encontró formando una familia.

Tenía que recuperar aquello que había perdido tiempo atrás.

Tenía que morir para poder vivir con lo que había matado, para no estar muriendo de a poco, y vivir para poder seguir amando, aunque esto también signifique ir muriendo.

Porque al final sabe que es inevitable, pero quiere retirarse apasionado, encendido, vibrando.

No ocultándose, como si fuera un fugitivo de los días que vivió, escondido en la neblina de una vida que nunca hubiera escogido.

La hora de partir



Despierto con la sensación de seguir durmiendo, me levanto sintiéndome más ligero, de no ser vulnerable ante el paso del tiempo.

Me doy un baño y noto que el agua no se siente mojada, me visto y salgo a la calle, pienso que el ajetreo matutino cambiara mi percepción, pero no es así, todo se mueve más despacio, la gente, los autos, incluso el viento se mueve en cámara lenta. Por otro lado los sonidos parecen amplificarse, puedo escuchar el tic tac del reloj de la persona que esta en la acera de enfrente, escucho las charlas de las personas, incluso sus murmullos, en un instante me saturo de sonidos, corro de esa calle hasta una que este menos transitada y así evitar enloquecer.

Llego a un pequeño parque junto a una vieja iglesia, me siento en una banca y extrañamente no siento su textura de cemento, se lo atribuyo a mi raro y nuevo estado de consciencia, trato de ordenar mis pensamientos cuando una voz de textura metálica capta mi atención al decir "es duro al primer día, pero ya te acostumbraras", volteo y no veo a a nadie, siento un escalofrio recorrer la espalda mientras la piel se eriza. 

Me levanto y volteo hacia hacia la iglesia, la cual esta llena, esto capta mi atención ya que es viernes y no hay misa a esta hora,me encamino a ella para ver que están celebrando y es cuando un presentimiento me invade, sin pensarlo doy media vuelta y regreso a casa, al principio camino normalmente, pero al cabo de unos minutos me encuentro corriendo por calles angostas, en eso la misma voz que escuche en el parque me susurra al oído "no huyas, acéptalo" no quiero voltear, tengo miedo, el ambiente huele a chatarra y vidrios rotos.

Al fin llego a casa, entro y me siento en la sala, tratando de razonar, de encontrar solución a los extraños hechos de la mañana, estoy en eso cuando siento que me tocan en el hombro, levanto la vista y ahí esta, me limito a sonreír y le pregunto si ya es hora, asiente con la cabeza y me dice: "Vamos, aun tengo mas personas que recoger".

Respuestas puntuales


Sigue pasando el tiempo, literalmente vuela, me pasó de largo el otoño y el invierno, eso si, pasando una factura que tarde o temprano tendré que pagar.

Un día cualquiera de esta semana me dí la oportunidad de buscar un par de respuestas que me inquietaban, salí de la cama con una idea fija, encontrarlas.

Entré en varios locales donde se prometían respuestas puntuales a todas las inquietudes, pero solo eran tiendas de respuestas usadas, esas que ya alguna vez habían sido utilizadas y se vendían al preguntante en turno.

Todo parecía indicar que me quedaría como al principio, pero en medio de mi caminar la encontré, fue como una luz en medio de un camino obscuro.

Sin perder tiempo regrese a casa, la respuesta siempre había estado ahí, la contemple por unos segundos, sonreí, recordé por unos instantes, la última sonrisa que tenía de ti y abrí esa puerta que no debí cerrar para retenerte, aún a sabiendas que ya no estabas.

Al ver salir tu recuerdo no pude evitar sentir nostalgia, no por ti, que a final de cuentas yo ya solo era un puro dolor de tu memoria.

Me sirvo un café cargado como parte de mi ayuno y pienso en retomar la carretera que deje pendiente de recorrer, doy un sorbo, y tomo las llaves del auto, tarde o temprano arderé en el infierno que da algún paraíso.