28 diciembre 2010

La vieja alameda



Caminaba por esa angosta calle de la parte vieja de la ciudad sin hacer ruido, la luz de la luna intentaba iluminar, pero era en vano, la densa obscuridad era impenetrable. A la izquierda los altos árboles de la alameda acumulaban sus sombras que reinaban incluso durante el día, la gente de esa zona de la ciudad jamás pasaba por ahí de noche pues eran muchos los rumores y leyendas que se contaban acerca de esa vieja y abandonada arboleda, se decía que era un lugar maldito porque los conquistadores habían sacrificado cientos de personas incluidos niños y mujeres, también corría el rumor que durante la revolución y la guerra de los cristeros era tal la cantidad de cadáveres que para evitar una peste cavaban  grandes fosas y enterraban a los muertos, así que las historias de almas en pena eran las mas socorridas.

Continuaba su recorrido a casa, cuando escuchó unos pasos que provenían de la alameda, avanzaban lentamente, al instante se sumaron otros pasos que se detenían y se parapetaban en los grandes árboles, sin querer sugestionarse apretó su marcha, se maldecía por haber tomado ese camino, aunque rodeaba menos para llegar a su casa, por el otro camino le tomaría por lo menos media hora más, esos eran sus pensamientos cuando un hombre de avanzada edad le salió al paso, era un viejo con un sombrero de alas caídas, y con un impermeable negro, la luna ilumino la escena durante unos minutos y saludo con voz amigable:

- ¡Buenas noches señor!

El anciano volteo vio al joven y correspondió el saludo con un movimiento de cabeza, a continuación agrego

-  ¿Puedo caminar con usted?, este camino es largo y no nos caería mal un poco de compañía

El anciano se limito a asentir con la cabeza.

Al emparejarlo, el joven recorrió con la vista las penumbras de la vieja alameda, que se había quedado en silencio con la llegada del viejo.

- ¿Usted es de la zona?- Pregunto el joven.
- No, vivo lejos de aquí- Dijo el anciano, y sacudió la cabeza.

El joven no paraba de mirar a todos lados, mientras el anciano se limitaba a observarlo, el joven volvió a preguntar:

- ¿A usted no le da miedo recorrer esta calle de noche?
- ¿Miedo? Yo ya estoy muy viejo para sentirlo- Respondió el anciano, y agrego
- ¿Y tú, tienes miedo de este lugar?
- No, nunca sentí miedo, hasta hoy, pero, ¿Qué hace usted a estas horas en la calle?
- Es mi trabajo, este lugar está maldito, todos los que murieron aquí quedaron prisioneros y sus almas no pueden descansar, en la noche vagan recorriendo todo el lugar, penando para siempre, mi labor consiste en no dejar escapar a nadie, no sabes como son las almas en pena, siempre tratando de escapar, es tedioso tratar con muertos.

El joven al escuchar esta declaración volteo hacia el anciano, pero solo vio una sombra negra, por un instante un brillo lo cegó, cuando pudo volver a ver se vio así mismo siendo ejecutado por los conquistadores atado en un árbol.

24 diciembre 2010

Del recordar

"The crack inside your fucking heart is me"
(The speed of pain - Marilyn Manson)


Llegó el día que al volver la vista atrás, recuerdo (como si despertara de un sueño de alcohol), todas las palabras que utilicé para decirte lo que en su momento sentía por ti.
 
Y tal vez, no influya el hecho de que ya no siento nada por ti.

22 diciembre 2010

Un sorbo en blanco y negro

–Esas fotos en blanco y negro, las personales en particular, me entristecen. Reacción relativamente normal. Lo desconcertante es que sean las más recientes las que agudicen ese sentimiento de añoranza, hasta el punto de quitarme el habla durante días. No puedo evitar verme 40 años mayor, echando de menos el presente.
Renato Llerena acercó la taza a sus labios, pero no llegó a sorber el café, únicamente inhaló su aroma. Era un placer infantil que se le hizo costumbre. No recordaba haberlo bebido nunca. Renato prosiguió…
–40 años mayor, lejos de este presente, de estos días próximos que aún no he vivido y que habrán pasado de mí sin darme apenas cuenta. ¡Por qué cuantos más años tengo todo se hace cada vez más fugaz! Mi niñez duró algo cercano a una eternidad; la adolescencia, menos de lo que hubiese querido. El resto se parece a un recuerdo ajeno, a las anécdotas de un amigo.
Miró a sus tres colegas, con quienes se reunía todos los jueves en el café Cordano. Desde un principio, acordaron que en cada sesión sólo uno tomaría la palabra. Tenían otros grupos para conversar. Renato prosiguió… 
–Estoy casi seguro de que tiene que ver con la concentración. A mis 37 años he remplazado la edad por la relatividad del tiempo y es indiscutible que fui niño hace uno o dos días. Y es porque ahora no me concentro en el presente. Mis acciones las realizo pensando en el pasado y en el futuro, en el por qué y para qué, y lo que hago no dura, no se ensancha en el instante.
Su mirada contempló la nada y el brillo húmedo de sus ojos agregó unas cuantas palabras. Los tres colegas no perdieron detalle, escucharon todo. El camarero los interrumpió con una nueva ronda de cafés. Renato prosiguió…


–¿Estoy casi seguro? Es más probable que desee creerlo. Uno recuerda los sucesos de la infancia, pero no la forma de concebirla, de entender la razón de cómo eternizarla. Uno ahora sólo alcanza a especular, pero no hay certezas, porque un niño no analiza su circunstancia, simplemente se dedica a explorar cada segundo, sin ningún interés de cronometrarlo.
Sus tres colegas, aprovechando la pausa, se acercaron el café a los labios, pero no lo sorbieron, únicamente inhalaron su aroma. Era una costumbre aprendida de quien ese día tomaba la palabra. Renato prosiguió… 
                                                                               
–Y más allá de cualquier demostración, a favor o en contra, es evidente que.
                                                              
Renato, que iba a continuar la frase, abrió la boca, mas no salió palabra. Sus colegas se quedaron con un sutil sinsabor. El aroma del ambiente lo disipó. De vez en cuando, solían echar de menos el beber café. Renato prosiguió…
–¿En cuánto influirá que los adultos tengamos consciencia de nuestra existencia efímera? Si uno no pensara en ello, sentiría que es eterno y no tendría sentido fragmentar el tiempo. Toda acción duraría igual que otra. ¿Y la curiosidad? ¿El deseo? ¿El miedo? Al fin y al cabo son información que acelera o ralentiza cada momento. ¿La ignorancia te acerca a la eternidad del instante y el conocimiento a la intangibilidad del porvenir?   
Perdido entre sus conjeturas y dudas –agobiado–, intentó dejar su mente fuera del alcance de la razón. Lo consiguió. Aunque él no lo entendió así. Sin pensar en lo que hacía, dio un sorbo al café. Ese instante duró toda su niñez. 

08 diciembre 2010

¿ ?


¿De que país te trajo el agua?
¿En donde se posara tu corazón de fruta?
¿Cuánto fuego cabe en tus labios?
¿Cuántos nombres pronuncia el perfil de tu cuerpo?
¿De que sueño?
¿De cuál lugar mi muerte?

Ilustración "La provocación" del genial Marcos Rey visitalo aquí

04 diciembre 2010

Planes para el sábado


Después de un buen partido de basket en el cual resulte perdedor ante la destreza mostrada en la cancha por Paulina, y viendo el resultado del examen médico realizado por la doctora me retiro a leer este libro, que tengo el compromiso de entregarlo en exactamente 8 días.

Así que los alcoholes de esta noche se sustituyen por bactrim.

03 diciembre 2010

Ella

Acaricio lentamente su espalda de arriba a abajo, le doy un beso en el cuello; emite un suave gemido. Su piel suave, sus curvas endiabladas, su voz dulce me envuelven junto al deseo que siento por ella. Y eso es algo extraño, porque son pocas las veces que deseo a las mujeres con las que me acuesto, ya que forma parte de mi trabajo, aunque el hecho de que ella sea joven y extraordinariamente hermosa ayuda a incrementar mi deseo.

Beso su espalda dirigiendome hacia el sur de su columna, cuando llego a mi objetivo beso y muerdo suavemente, los gemidos poco a poco se convierten en música.

Una hora después ella se derrumba sobre la cama, yo me tiendo a su lado, pero ni siquiera la abrazo, no me atrevo, no tengo ese derecho, aunque es lo que más quiero en este momento. Cierra los ojos y dormita durante unos minutos,  tiempo en el cual la contemplo. Admiro su rostro; es tan bella, muy distinta de la mayoría de las mujeres que han pasado por esta cama. Su piel suave, su expresión dulce, todo me atrae, si no fuera lo que soy y que ella es parte de mi trabajo, probablemente podría enamorarme.

De repente, abre los ojos y los fija en mios, sonrie y pregunta:

- ¿Qué hora es?

Miro el reloj que hay sobre el buró y respondo:

- Son las siete.
- ¡Carajo!, tengo que irme ya, a las ocho he quedado con mi novio.
- Si quieres puedes darte una ducha – le propongo – así ahorrarás tiempo.
- No, gracias – responde amablemente y un tanto esquiva.

Se levanta, se viste, se recoge el pelo en una simple coleta, luego abre el bolso, saca su monedero y me tiende el dinero:

- Lo que me dijiste, ¿es correcto?

Lo cuento y mirándola a los ojos respondo:

- Sí, perfecto. Nos vemos entonces.
- Bueno, no sé, quizás – me responde tímidamente.
- Pues al menos dime como te llamas.
- Laura.

Laura, su nombre me queda grabado en la memoria.

Las semanas pasan, pero ella no vuelve a llamar, cada día despierto con la esperanza que lo haga, pero al terminar el día mi esperanza se pierde en los brazos de otra mujer madura que me paga por mis servicios.

Hasta hoy, nos hemos encontrado por casualidad, en la inauguración de una boutique nueva, yo vengo con una de mis clientas, ella con su novio. Nuestra miradas se han cruzado en medio del gentío, pero ninguno ha dicho nada. Y ha sido cuando iba al baño que he oído su voz llamándome. Al girarme hacía ella la he visto hermosa como un ángel en medio de mi absurda vida.

- Hola, ¿como estas? - Me ha preguntado como si fuéramos viejos amigos.
- Bien ¿y tú?
- Bien.
- Pensé que volverías a llamarme - le he dicho.
- Sí, quería hacerlo, pero... cada vez que intentaba descolgar el teléfono para llamarte me acordaba de mi novio y me daba la sensación de que le estaba traicionando.

Me he quedado mudo, sin saber que decir, es la primera vez que una de mis clientas me dice eso. Sus ojos se cruzan entonces con los míos; son tan hermosos y transparentes, se acerca a mí, cada vez más, mi corazón se acelera, siento sus manos alrededor de mi cuello, su cuerpo pegándose al mío y su labios acercándose a los míos, hasta que se rozan, se tocan, se saborean, su lengua entra en mi boca, la mía busca la suya, suspiro, correspondo su beso y la abrazo. Cuando nos separamos me dice:

- Házmelo otra vez.

Sus palabras me sorprenden, estoy desorientado, pero a pesar de eso, la tomo de la mano y nos metemos en el baño de mujeres, ya que me parece más seguro.

- ¿Estás segura? - Le preguntó antes de besarla de nuevo.
- Sí - responde ella con seguridad empezando a bajar el cierre de mi pantalón.

Antes de que me de cuenta, su mano ya esta dentro, no puedo perder tiempo, así que subo su falda, acaricio sus nalgas, introduzco las manos dentro de su ropa. Ella suspira, su mano ya se ha introducido dentro de mi boxer. Le quito la tanga, afuera se oye gente que entra y sale, algunas mujeres parecen escandalizarse, nosotros no prestamos atención y seguimos en lo nuestro, de repente grita, gime, su cuerpo se contrae, se convulsiona y finalmente explota en un ruidoso orgasmo. Sigo empujando, loco de placer y deseo, embebido en el suyo y finalmente yo también exploto en un sonoro orgasmo que me obliga a gemir y jadear cerca de su oído.

El ruido de su celular nos saca del ensueño en que estamos. Nos separamos y aún medio desnuda, ella coge el teléfono. Mira la pantallita y dice:

- Es mi novio, seguro me está buscando – contesta y mientras ella habla con su novio diciéndole que ha salido a tomar el aire, yo me visto y arreglo. Cuando cuelga es ella la que se arregla y viste. Cuando hace ademán de abrir la puerta la detengo y le pregunto:

- ¿Volveremos a vernos? – Necesito que me diga que sí, necesito saberlo.
- Sí, te llamaré, no te preocupes.

Sale del baño, durante un rato espero a que no se oiga ruido, mientras pienso en ella, tratando de retener en mi memoria su olor, su voz, sus gemidos, cualquier cosa. Finalmente salgo. En el salón la veo con su novio y la espina de los celos se clava en mí. Decido salir a la calle, necesito respirar aire, fumar un poco y despejarme. Cuando enciendo el cigarro, oigo una voz masculina a mis espaldas que me dice:

- Muy bien, lo has hecho muy bien – Es el novio – Aquí tienes lo acordado. Y muchas gracias – me entrega un sobre, por supuesto, dentro hay dinero, lo que faltaba de mi cuota respecto a lo que Laura me pagó la tarde en que estuvimos juntos.
- De nada, ha sido un placer - le digo pensando para mi mismo que ni se imagina hasta que punto lo ha sido.
- ¿Supongo que hoy también lo han hecho? – me pregunta.
- No puedo mentirte, pero… -
- No te preocupes, eso es bueno. Así será más fácil deshacerme de ella. Sólo necesitaba una excusa para dejarla, y creo que ella se está enamorando de ti y eso será bueno, muy bueno para mis planes.

Le miro desafiante, no me gusta lo que está insinuando por eso se lo digo:

- Eres despreciable, quizás es mejor que te deje.
- Bueno, tú no eres menos despreciable que yo, al fin y al cabo te la tiraste por dinero, el dinero que yo te pague.

Me quedo mudo, a fin de cuentas tiene razón. Él vuelve a la recepción y yo decido volver a casa. Hoy no quiero trabajar, hoy sólo quiero olvidar el trabajo de mierda que tengo.

Del adiós

Junto tus manos y las acerco a mis labios. Te sueltas, te alejas y la mirada de hielo de tus ojos me observa como si fuera ya un fantasma, un puro dolor de tu memoria.

No podemos desnudarnos nuevamente y meternos a la cama, ya no hay tiempo. Por eso tampoco me atrevo a acercarme. Además, estamos exhaustos. Si volviésemos a la cama sólo nos miraríamos hasta quedarnos dormidos. Sabíamos que era para nunca más, y pareció que buscábamos morirnos. Ya no hay tiempo. Diré qué, a lo último, apenas hallé un tiempo para arrojarme sobre tus manos.

02 diciembre 2010

Del equilibrio

Siempre viviendo en el limite, o como diría mi abuelo (que en paz descanse) "Caminando al filo de la navaja", todos los días equilibrandome entre el éxito o el fracaso, entre lo bueno y lo malo, entre lo correcto y lo incorrecto, entre la locura y la cordura, entre mi amor y tu olvido.

Sigo siendo ese acróbata que se niega a rendirse, tratando de dar el salto perfecto, ese que no llega aún.

Tal vez ya sea momento de tirarse a sabiendas que no hay red de protección...