Samuel era un hombre común, estaba dentro del parámetro de lo que consideramos normal. Sufría las contradicciones de un soltero cuarentón que era independiente y vivía solo desde los dieciocho años, se desilusionaba del estado de su país, en particular de su ciudad, pero todavía tenía esperanzas que mejoraría, buscaba la felicidad, sin mucho empeño, pero se cansaba de no encontrarla y se desilusionaba de nuevo.
En ocasiones conocía a una chica que lo motivaba, pero como siempre, era cuestión de tiempo para que terminara, ya había asumido que no sabía mantener relaciones duraderas.
Su familia eran sus padres, de quienes sabía que no sobrevivirían a él, por lo que trataba de ser buen hijo, regresando algo de lo que había recibido siempre, amor incondicional.
Tenía un buen trabajo, era totalmente independiente y siempre pudo mantenerse bastante bien, había logrado sobrevivir a los años, a los cambios políticos y sociales y estaba seguro que era en parte por suerte, pero también por instinto, se acordaba que hacía quince o veinte años apenas, se era mas feliz, la gente trabajaba y mantenía a su familia y no temía que eso nunca dejara de pasar, todo era mas tránquilo, menos acelerado digamos que era más normal. Recordaba que podía salir a pasear en transporte público sin temor de ser asaltado, secuestrado o recibir una bala perdida.
Le gustaba tener un buen auto y vivir bien pero sabía que todo era ficticio, estaba como todos, influenciado por el sistema, se daba cuenta que todo estaba dictado por los gobiernos que compraban medios y que desviaban la atención de la gente en cosas prefabricadas, para no mostrar lo importante, se reía de los noticieros que eran funcionales al poder de turno, una semana hablaban del capo fulano, otra del ex-senador secuestrado y liberado, otra de un robo, otra de la selección de fútbol, del famoso involucrado en acoso y violación de menores y así cada semana una noticia diferente, pero siempre ocultando lo importante, a veces se asqueaba de si mismo por ser parte del viejo sistema, con nuevos colores pero al fin y al cabo lo mismo, se veía a si mismo dirigiendo un movimiento social capaz de cambiar las cosas, pero ya se sentía sin fuerza para luchar contra el, además tendría que renunciar a su cómoda vida, así que solo se limitaba a mentar la madre a cuanto político salía en la noticia de la semana, pero sabía que todo era un engaño.
Tal vez por eso se había quedado solo, no creía mucho en nada. Era parte de un sistema influenciable por un producto de moda, por un celular, por una marca de ropa, por un restaurante caro, por algún auto nuevo o algún viaje al lugar de moda.
Salía todos los días al trabajo, ganaba y perdía, como todos, ese era su destino. Se cansaba y se decepcionaba pero volvía a sentir tentación por algo o alguien e irremediablemente volvía a empezar.
Tal vez pensaba demasiado y aunque se esforzara, no podía evitar ser diferente a los demás. Sabía demasiado de ese asunto de vivir y eso estaba en su contra.
La historia de Samuel es casi como la mía, solo con la diferencia que a pesar de que yo estoy rodeado de gente siempre me siento solo...