El día cuatro de abril hablé por teléfono con mis padres, me comentaron que a papá le harían unos estudios, porque algo no andaba bien, ya que la glucosa y la presión estaban dentro de los parámetros normales (tan normales como pueden ser en un diabético con mas de quince años de serlo), pero el malestar persistía, al llegar los resultados me dicen que todo esta bien (en aparente teoría), más nunca supe el diagnostico de la doctora.
El martes dieciocho de abril llego al pueblo y me encuentro con la noticia que papá padece síndrome metabólico, el día diecinueve acompaño a mamá con la doctora que los consulta y ahí es cuando me entero de la realidad del estado de salud de ambos, al grado que papá podría sufrir un infarto en cualquier momento, y mamá esta a un tris de quedar postrada en una silla de ruedas, en ese instante recordé una frase de una canción de Jorge Reyes que dice "estoy tan acostumbrado a estar vivo que ni cuenta me dí cuando me volví zopilote", y es que estamos tan habituados a respirar que olvidamos que somos mortales, que tenemos una fecha de caducidad que obviamente desconocemos, pero que esta presente, llegamos a creer que estar vivos esta garantizado para siempre y tan es así que siempre tenemos planes para mañana y pasamos la vida posponiendo proyectos sin importar que en en el largo (o corto, según sea el caso) plazo estaremos muertos.
A partir de ese momento siento que algo cambió, no me siento mas maduro, ni mas sabio, ni tampoco cambio mi viejo hábito de planear el mañana, la mejor descripción de mi estado de animo es un fragmento de la canción dogs de Pink Floyd "Gotta stay awake, gotta try and shake off this creeping malaise. If I don't stand my own ground, how can I find my way out of this maze?" (Tengo que estar despierto, tengo que intentar sacudirme este reptante malestar. Si no me mantengo firme en mi terreno, ¿cómo puedo encontrar mi salida de este laberinto?).
Algo no termina de asentarse y me siento quebrado (como un plato), se que es egoísta, estúpido e infantil el sentirme así cuando los enfermos son mis papás. Pero no puedo dejar de sentirme roto, no siento rabia ni enojo con la vida, vaya ni siquiera con Dios o con el universo que confabula contra los buenos humanos, si lo hiciera, pienso que todo acabaría más rápido, que a ciencia cierta y aunque suene irónico es lo único seguro que tenemos cuando llegamos a formar parte de la vida, la muerte.
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