Hoy mientras seguía posponiendo mi vida tu recuerdo vino y se planto delante de mi, lo contemple durante largo rato y me preguntaba ¿Que era tuyo, que habías olvidado, ya dandote eso podría quedarme en este lugar y dejar de correr para escapar de ti y de tu significado?
Llevate la eternidad del mundo que edificamos, esa utopía que diariamente alimentábamos viendo los amaneceres, también llevate los minutos que sobraron de los sueños que tuvimos juntos y nunca se concretaron.
Yo me quedo con lo que pienso me pertenece: las sonrisas, las noches interminables, la lluvia, las platicas de sobremesa que duraban incluso hasta que cerraban el restaurante y ese viejo deseo tuyo de estar conmigo también lo guardo yo, no creo que lo vayas a necesitar.
Después de repartir lo poco (o lo mucho) que tuvimos juntos es hora de terminar el libro de tu recuerdo, cerrarlo y dejarlo en algún librero, cómo si no hubiera valido la pena. Ya es hora de que te vayas y al fin yo pueda descansar, dormir y despertar con ganas de seguir viviendo.
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