"De un tiempo para acá la vida pareciera que se me escurre de las manos como si fuera arena", piensa mientras se retira terminando su taza de café, sale con seguridad de la estancia y posteriormente de la casa, sin mirar atrás sube a su auto, enciende el estereo y suena esa canción que siempre había tenido en mente para el día de la partida, específicamente ese día, con los primeros acordes arranca sin un rumbo definido.
Nada más que eso, sin lágrimas, sin despedidas, sin avisarle a nadie para no acumular esas nostalgias que luego vienen y se instalan al lado para recordar lo que se dejo atrás.
De haber sabido que era así de fácil lo hubiera hecho años atrás, antes de enredarse en el arte de vivir, antes de que voces y personas ajenas le reclamaran su presencia.
Vivir era un arte y el era experto, si señor, con los colores básicos en su paleta le había arrancado tonalidades difíciles de conseguir, y día a día le arrancaba mas gamas de color, hasta que un día se canso de vivir siempre lo mismo, se dio cuenta que se perdió el día que se encontró formando una familia.
Tenía que recuperar aquello que había perdido tiempo atrás.
Tenía que morir para poder vivir con lo que había matado, para no estar muriendo de a poco, y vivir para poder seguir amando, aunque esto también signifique ir muriendo.
Porque al final sabe que es inevitable, pero quiere retirarse apasionado, encendido, vibrando.
No ocultándose, como si fuera un fugitivo de los días que vivió, escondido en la neblina de una vida que nunca hubiera escogido.
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