01 septiembre 2012

El fantasma...


Caminando por las viejas calles de esta ciudad ví una casa con un clásico letrero de "se vende", letras rojas, fondo blanco y número teléfonico, no se veía mal por fuera, seguí mi rumbo sin prestarle mas atención, pero, desde ese momento no pude sacarla de mi cabeza, quedaba a una cuadra de la oficina, y a dos del centro de la ciudad, no tendría necesidad de sacar el carro a menos que fuera a salir a carretera.

Sin pensarlo más concerte una cita con el propietario y llegamos a un buen acuerdo (creo yo) por la casa, se notaba a leguas que le urgía deshacerse de ella, no indague razones, pronto las conocería.

Cuando al fin me mude, después de hacer los arreglos mínimos, nunca imagine que iba a compartir mi inversión con un fantasma.

Pero no es un fantasma convencional de esos que todas las noches hacen ruidos, maldades y asustan al prójimo, no señor, mi fantasma todas las noches se manifestaba con quejidos y llantos, al principio no le dí mayor importancia y atribuia los ruidos al barullo de la calle, "el costo de vivir a pocas cuadras del centro" pensaba y seguía con mi vida de manera normal sin prestarle más atención.

Con el paso el tiempo me dí cuenta que no eran los ruidos de la calle, sino que era algo que estaba dentro de la casa, a partir de ese momento no volví a tener una noche de paz, lo peor era que con la compra de dicho inmueble mi cuenta bancaria estaba en número rojos y no me quedaba de otra mas que soportar sus quejidos lastímeros, hasta una noche, en que sus chillidos y lamentos colmaron mi paciencia, aunado a mi desesperación por tener una noche completa de sueño se antepusieron a mi temor me decidí a hacer contacto con el fantasma cabronazo que no me dejaba dormir.

Ahí fue cuando me entere que lloraba y se quejaba por el abandono de un viejo amor, no pude evitar compadecerlo, tantos siglos y no podía olvidar, lo invite a mi incipiente cava y bebimos sin remordimiento alguno todo el vino que había adquirido en esos días.

Han pasado varios años desde esa noche, sigo en mi casa, y nadie me puede creer que pueda convivir con un alma en pena, y que todas las noches baje a la cava donde ahogo mis penas en el alcohol con el fantasma como compañero de parranda.

Que él esté muerto y yo vivo no tiene la mayor importancia. Ambos sufrimos por el desamor de una mujer.

2 comentarios:

Constanza dijo...

Me encanta que escribas este tipo de cuentos, extrańaba leerte. Abrazos a la distancia.

Constanza dijo...

Me encanta que escribas este tipo de cuentos, extrańaba leerte. Abrazos a la distancia.