Caminaba por esa angosta calle de la parte vieja de la ciudad sin hacer ruido, la luz de la luna intentaba iluminar, pero era en vano, la densa obscuridad era impenetrable. A la izquierda los altos árboles de la alameda acumulaban sus sombras que reinaban incluso durante el día, la gente de esa zona de la ciudad jamás pasaba por ahí de noche pues eran muchos los rumores y leyendas que se contaban acerca de esa vieja y abandonada arboleda, se decía que era un lugar maldito porque los conquistadores habían sacrificado cientos de personas incluidos niños y mujeres, también corría el rumor que durante la revolución y la guerra de los cristeros era tal la cantidad de cadáveres que para evitar una peste cavaban grandes fosas y enterraban a los muertos, así que las historias de almas en pena eran las mas socorridas.
Continuaba su recorrido a casa, cuando escuchó unos pasos que provenían de la alameda, avanzaban lentamente, al instante se sumaron otros pasos que se detenían y se parapetaban en los grandes árboles, sin querer sugestionarse apretó su marcha, se maldecía por haber tomado ese camino, aunque rodeaba menos para llegar a su casa, por el otro camino le tomaría por lo menos media hora más, esos eran sus pensamientos cuando un hombre de avanzada edad le salió al paso, era un viejo con un sombrero de alas caídas, y con un impermeable negro, la luna ilumino la escena durante unos minutos y saludo con voz amigable:
- ¡Buenas noches señor!
El anciano volteo vio al joven y correspondió el saludo con un movimiento de cabeza, a continuación agrego
- ¿Puedo caminar con usted?, este camino es largo y no nos caería mal un poco de compañía
El anciano se limito a asentir con la cabeza.
Al emparejarlo, el joven recorrió con la vista las penumbras de la vieja alameda, que se había quedado en silencio con la llegada del viejo.
- ¿Usted es de la zona?- Pregunto el joven.
- No, vivo lejos de aquí- Dijo el anciano, y sacudió la cabeza.
El joven no paraba de mirar a todos lados, mientras el anciano se limitaba a observarlo, el joven volvió a preguntar:
- ¿A usted no le da miedo recorrer esta calle de noche?
- ¿Miedo? Yo ya estoy muy viejo para sentirlo- Respondió el anciano, y agrego
- ¿Miedo? Yo ya estoy muy viejo para sentirlo- Respondió el anciano, y agrego
- ¿Y tú, tienes miedo de este lugar?
- No, nunca sentí miedo, hasta hoy, pero, ¿Qué hace usted a estas horas en la calle?
- No, nunca sentí miedo, hasta hoy, pero, ¿Qué hace usted a estas horas en la calle?
- Es mi trabajo, este lugar está maldito, todos los que murieron aquí quedaron prisioneros y sus almas no pueden descansar, en la noche vagan recorriendo todo el lugar, penando para siempre, mi labor consiste en no dejar escapar a nadie, no sabes como son las almas en pena, siempre tratando de escapar, es tedioso tratar con muertos.
El joven al escuchar esta declaración volteo hacia el anciano, pero solo vio una sombra negra, por un instante un brillo lo cegó, cuando pudo volver a ver se vio así mismo siendo ejecutado por los conquistadores atado en un árbol.
1 comentario:
Me encanto tu narrativa de esta historia; me recordó a Edgar Allan Poe en "El pozo y el Pendulo"; esta forma en que estas escribiendo en tu blog, me tiene enganchada!
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