Junto tus manos y las acerco a mis labios. Te sueltas, te alejas y la mirada de hielo de tus ojos me observa como si fuera ya un fantasma, un puro dolor de tu memoria.
No podemos desnudarnos nuevamente y meternos a la cama, ya no hay tiempo. Por eso tampoco me atrevo a acercarme. Además, estamos exhaustos. Si volviésemos a la cama sólo nos miraríamos hasta quedarnos dormidos. Sabíamos que era para nunca más, y pareció que buscábamos morirnos. Ya no hay tiempo. Diré qué, a lo último, apenas hallé un tiempo para arrojarme sobre tus manos.
1 comentario:
Cuánta intensidad y necesidad envuelven tan simples líneas.
Cuántos amores no hay que se desviven de esa manera y que se recuerdan día a día de igual manera?
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