Acaricio lentamente su espalda de arriba a abajo, le doy un beso en el cuello; emite un suave gemido. Su piel suave, sus curvas endiabladas, su voz dulce me envuelven junto al deseo que siento por ella. Y eso es algo extraño, porque son pocas las veces que deseo a las mujeres con las que me acuesto, ya que forma parte de mi trabajo, aunque el hecho de que ella sea joven y extraordinariamente hermosa ayuda a incrementar mi deseo.
Beso su espalda dirigiendome hacia el sur de su columna, cuando llego a mi objetivo beso y muerdo suavemente, los gemidos poco a poco se convierten en música.
Una hora después ella se derrumba sobre la cama, yo me tiendo a su lado, pero ni siquiera la abrazo, no me atrevo, no tengo ese derecho, aunque es lo que más quiero en este momento. Cierra los ojos y dormita durante unos minutos, tiempo en el cual la contemplo. Admiro su rostro; es tan bella, muy distinta de la mayoría de las mujeres que han pasado por esta cama. Su piel suave, su expresión dulce, todo me atrae, si no fuera lo que soy y que ella es parte de mi trabajo, probablemente podría enamorarme.
De repente, abre los ojos y los fija en mios, sonrie y pregunta:
- ¿Qué hora es?
Miro el reloj que hay sobre el buró y respondo:
- Son las siete.
- ¡Carajo!, tengo que irme ya, a las ocho he quedado con mi novio.
- Si quieres puedes darte una ducha – le propongo – así ahorrarás tiempo.
- No, gracias – responde amablemente y un tanto esquiva.
Se levanta, se viste, se recoge el pelo en una simple coleta, luego abre el bolso, saca su monedero y me tiende el dinero:
- Lo que me dijiste, ¿es correcto?
Lo cuento y mirándola a los ojos respondo:
- Sí, perfecto. Nos vemos entonces.
- Bueno, no sé, quizás – me responde tímidamente.
- Pues al menos dime como te llamas.
- Laura.
Laura, su nombre me queda grabado en la memoria.
Las semanas pasan, pero ella no vuelve a llamar, cada día despierto con la esperanza que lo haga, pero al terminar el día mi esperanza se pierde en los brazos de otra mujer madura que me paga por mis servicios.
Hasta hoy, nos hemos encontrado por casualidad, en la inauguración de una boutique nueva, yo vengo con una de mis clientas, ella con su novio. Nuestra miradas se han cruzado en medio del gentío, pero ninguno ha dicho nada. Y ha sido cuando iba al baño que he oído su voz llamándome. Al girarme hacía ella la he visto hermosa como un ángel en medio de mi absurda vida.
- Hola, ¿como estas? - Me ha preguntado como si fuéramos viejos amigos.
- Bien ¿y tú?
- Bien.
- Pensé que volverías a llamarme - le he dicho.
- Sí, quería hacerlo, pero... cada vez que intentaba descolgar el teléfono para llamarte me acordaba de mi novio y me daba la sensación de que le estaba traicionando.
Me he quedado mudo, sin saber que decir, es la primera vez que una de mis clientas me dice eso. Sus ojos se cruzan entonces con los míos; son tan hermosos y transparentes, se acerca a mí, cada vez más, mi corazón se acelera, siento sus manos alrededor de mi cuello, su cuerpo pegándose al mío y su labios acercándose a los míos, hasta que se rozan, se tocan, se saborean, su lengua entra en mi boca, la mía busca la suya, suspiro, correspondo su beso y la abrazo. Cuando nos separamos me dice:
- Házmelo otra vez.
Sus palabras me sorprenden, estoy desorientado, pero a pesar de eso, la tomo de la mano y nos metemos en el baño de mujeres, ya que me parece más seguro.
- ¿Estás segura? - Le preguntó antes de besarla de nuevo.
- Sí - responde ella con seguridad empezando a bajar el cierre de mi pantalón.
Antes de que me de cuenta, su mano ya esta dentro, no puedo perder tiempo, así que subo su falda, acaricio sus nalgas, introduzco las manos dentro de su ropa. Ella suspira, su mano ya se ha introducido dentro de mi boxer. Le quito la tanga, afuera se oye gente que entra y sale, algunas mujeres parecen escandalizarse, nosotros no prestamos atención y seguimos en lo nuestro, de repente grita, gime, su cuerpo se contrae, se convulsiona y finalmente explota en un ruidoso orgasmo. Sigo empujando, loco de placer y deseo, embebido en el suyo y finalmente yo también exploto en un sonoro orgasmo que me obliga a gemir y jadear cerca de su oído.
El ruido de su celular nos saca del ensueño en que estamos. Nos separamos y aún medio desnuda, ella coge el teléfono. Mira la pantallita y dice:
- Es mi novio, seguro me está buscando – contesta y mientras ella habla con su novio diciéndole que ha salido a tomar el aire, yo me visto y arreglo. Cuando cuelga es ella la que se arregla y viste. Cuando hace ademán de abrir la puerta la detengo y le pregunto:
- ¿Volveremos a vernos? – Necesito que me diga que sí, necesito saberlo.
- Sí, te llamaré, no te preocupes.
Sale del baño, durante un rato espero a que no se oiga ruido, mientras pienso en ella, tratando de retener en mi memoria su olor, su voz, sus gemidos, cualquier cosa. Finalmente salgo. En el salón la veo con su novio y la espina de los celos se clava en mí. Decido salir a la calle, necesito respirar aire, fumar un poco y despejarme. Cuando enciendo el cigarro, oigo una voz masculina a mis espaldas que me dice:
- Muy bien, lo has hecho muy bien – Es el novio – Aquí tienes lo acordado. Y muchas gracias – me entrega un sobre, por supuesto, dentro hay dinero, lo que faltaba de mi cuota respecto a lo que Laura me pagó la tarde en que estuvimos juntos.
- De nada, ha sido un placer - le digo pensando para mi mismo que ni se imagina hasta que punto lo ha sido.
- ¿Supongo que hoy también lo han hecho? – me pregunta.
- No puedo mentirte, pero… -
- No te preocupes, eso es bueno. Así será más fácil deshacerme de ella. Sólo necesitaba una excusa para dejarla, y creo que ella se está enamorando de ti y eso será bueno, muy bueno para mis planes.
Le miro desafiante, no me gusta lo que está insinuando por eso se lo digo:
- Eres despreciable, quizás es mejor que te deje.
- Bueno, tú no eres menos despreciable que yo, al fin y al cabo te la tiraste por dinero, el dinero que yo te pague.
Me quedo mudo, a fin de cuentas tiene razón. Él vuelve a la recepción y yo decido volver a casa. Hoy no quiero trabajar, hoy sólo quiero olvidar el trabajo de mierda que tengo.