Bajó la cabeza despacio, sin mirar, las palabras las había escuchado lejanas, raras, como piedras que caen, estaban los tres hombres sentados frente a él, saco un cigarro y lo encendió. Intento decir algo y las palabras se detuvieron en la lengua, en los dientes. Fumaba despacio, sintiendo el humo que parecía atarlo en ese lugar, entre ellos. Nuevamente oyó la voz pausada de Pánfilo
- Tú ya ‘tas muerto Félix, Lucas te dio antes de que pudieras sacar tu pistola; te quedates tirado junto a la barda
- ¿Qué ‘tas diciendo?
- Es la verdad, te lo juro por mi madrecita
- ¿Qué no me ‘tas mirando?, no seas pendejo Pánfilo, no sabes lo que dices
- Todos lo sabemos Félix y pos discúlpame, somos amigos desde hace mucho, pero pos tu ya no perteneces a este mundo
Vio los rostros callados que lo querían mirar y sin embargo bajaban los ojos.
- ¡No! – grito Félix levantándose de la mesa-, Mírenme bien pendejos ‘toy lo suficientemente vivo como pa’ matar al perro de Lucas apenas lo encuentre.
Félix salió de ahí maldiciendo, empujo la puerta con rabia empuñando su pistola, camino sin rumbo fijo hasta llegar a la orilla del pueblo, se recargo en la barda de las ruinas de la vieja iglesia y repasaba lo dicho en la cantina por Pánfilo, necesitaba aclarar sus pensamientos.
Sentía el viento caliente sobre su piel, hacia un calor endemoniado esa mañana de abril, se quito el sombrero para limpiarse el sudor de sus ojos y frente con su paliacate cuando lo vio, ahí estaba el odiado Lucas, ese que años atrás fuera su amigo inseparable hasta que ella se interpuso entre los dos, aun le dolía el plantón que le dio por irse con Lucas y desde ese día juro que no descansaría hasta verlo hundido, de nada valieron las explicaciones que le dio, el mismo entendía que eran razones válidas, pero antes que otra cosa era hombre y no podía permitir que se burlaran de el así como así, el necesitaba una satisfacción y la busco, fueron años de picones y jugarretas sucias, llegando incluso a matarle un semental que fue la gota que derramo el vaso, Lucas lo reto enfrente de todos en la cantina y quedaron en arreglarse como se había hecho desde siempre en San Pedro, en la barda del viejo lienzo que estaba a la salida del pueblo, pero hasta ahí llegaban sus recuerdos no recordaba nada mas, y no perdió tiempo tratando de hacerlo, sin pensarlo dos veces disparo toda la carga sin detenerse, sintiendo con un goce enfermo como la pistola vomitaba bala por bala. Lucas se fue encogiendo muy lentamente sin mover los brazos hasta caer, Félix se acerco lentamente, lo vio sobre las piedras polvosas sin sangre, le costaba respirar, el cielo se tornaba negro, todo a su alrededor se desvanecía, comenzó a sentir dolor en las piernas y en los brazos, cerró los ojos con desesperación, los apretó fuerte hasta que comenzaron a doler, los abrió lentamente y comenzó a mirar, miro el horizonte, nada, no había nada en ningún lado, ni polvo, ni piedras, ni ruinas de iglesia ni siquiera la barda donde se había recargado, también los cerros habían desaparecido, su vista se perdió en un vacío tan inmenso que pesaba sobre el como si cargara sobre su espalda todo lo que había desaparecido.
Entonces quiso mirar a Lucas, quiso mirarlo por necesidad de mirarlo, sus ojos se cansaron, sintió cansado su cuerpo, su mente. Se dejo caer junto a Lucas, se sentía fatigado, lejano, era como el sopor de algo pesado, como su olvido, comenzaba a sentir nostalgia de el mismo, no podía resistir más la desolación en sus ojos, se abrazo de el cuerpo inerte de Lucas diciendo
- ¿Por qué te morites Lucas? Ya ‘tabamos muertos los dos, yo lo oí tu también lo oyites, ya ‘tabas muerto y yo te volví a matar. ¿Y ora qué? No te mueras Lucas, no te puedes volver a morir, si te mueres se muere también todo esto ¿Ves? Ya es poco lo que nos queda ya no hay cerros, ni tierra, ni nubes, no te mueras Lucas eres lo único que me queda…
- Tú ya ‘tas muerto Félix, Lucas te dio antes de que pudieras sacar tu pistola; te quedates tirado junto a la barda
- ¿Qué ‘tas diciendo?
- Es la verdad, te lo juro por mi madrecita
- ¿Qué no me ‘tas mirando?, no seas pendejo Pánfilo, no sabes lo que dices
- Todos lo sabemos Félix y pos discúlpame, somos amigos desde hace mucho, pero pos tu ya no perteneces a este mundo
Vio los rostros callados que lo querían mirar y sin embargo bajaban los ojos.
- ¡No! – grito Félix levantándose de la mesa-, Mírenme bien pendejos ‘toy lo suficientemente vivo como pa’ matar al perro de Lucas apenas lo encuentre.
Félix salió de ahí maldiciendo, empujo la puerta con rabia empuñando su pistola, camino sin rumbo fijo hasta llegar a la orilla del pueblo, se recargo en la barda de las ruinas de la vieja iglesia y repasaba lo dicho en la cantina por Pánfilo, necesitaba aclarar sus pensamientos.
Sentía el viento caliente sobre su piel, hacia un calor endemoniado esa mañana de abril, se quito el sombrero para limpiarse el sudor de sus ojos y frente con su paliacate cuando lo vio, ahí estaba el odiado Lucas, ese que años atrás fuera su amigo inseparable hasta que ella se interpuso entre los dos, aun le dolía el plantón que le dio por irse con Lucas y desde ese día juro que no descansaría hasta verlo hundido, de nada valieron las explicaciones que le dio, el mismo entendía que eran razones válidas, pero antes que otra cosa era hombre y no podía permitir que se burlaran de el así como así, el necesitaba una satisfacción y la busco, fueron años de picones y jugarretas sucias, llegando incluso a matarle un semental que fue la gota que derramo el vaso, Lucas lo reto enfrente de todos en la cantina y quedaron en arreglarse como se había hecho desde siempre en San Pedro, en la barda del viejo lienzo que estaba a la salida del pueblo, pero hasta ahí llegaban sus recuerdos no recordaba nada mas, y no perdió tiempo tratando de hacerlo, sin pensarlo dos veces disparo toda la carga sin detenerse, sintiendo con un goce enfermo como la pistola vomitaba bala por bala. Lucas se fue encogiendo muy lentamente sin mover los brazos hasta caer, Félix se acerco lentamente, lo vio sobre las piedras polvosas sin sangre, le costaba respirar, el cielo se tornaba negro, todo a su alrededor se desvanecía, comenzó a sentir dolor en las piernas y en los brazos, cerró los ojos con desesperación, los apretó fuerte hasta que comenzaron a doler, los abrió lentamente y comenzó a mirar, miro el horizonte, nada, no había nada en ningún lado, ni polvo, ni piedras, ni ruinas de iglesia ni siquiera la barda donde se había recargado, también los cerros habían desaparecido, su vista se perdió en un vacío tan inmenso que pesaba sobre el como si cargara sobre su espalda todo lo que había desaparecido.
Entonces quiso mirar a Lucas, quiso mirarlo por necesidad de mirarlo, sus ojos se cansaron, sintió cansado su cuerpo, su mente. Se dejo caer junto a Lucas, se sentía fatigado, lejano, era como el sopor de algo pesado, como su olvido, comenzaba a sentir nostalgia de el mismo, no podía resistir más la desolación en sus ojos, se abrazo de el cuerpo inerte de Lucas diciendo
- ¿Por qué te morites Lucas? Ya ‘tabamos muertos los dos, yo lo oí tu también lo oyites, ya ‘tabas muerto y yo te volví a matar. ¿Y ora qué? No te mueras Lucas, no te puedes volver a morir, si te mueres se muere también todo esto ¿Ves? Ya es poco lo que nos queda ya no hay cerros, ni tierra, ni nubes, no te mueras Lucas eres lo único que me queda…
1 comentario:
Me sono como algo que no quieres pero que necesitas para vivir… muy bueno, creas expectación… eso me gusta
Saludos, besos y suerte
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